RECOMPOSICIÓN DE LA IDENTIDAD PORTEÑA
Valparaíso no tiene fundación, se fue haciendo sobre la marcha, caminando, a medida que llegaban los barcos que traían pertrechos para los colonizadores y salían con los productos robados de nuestra tierra sobre la masacre de los pueblos originarios. Fue considerado el puerto de Santiago y luego del país. Diferentes actividades se desarrollaron partiendo de este modo de constituirse la ciudad, partiendo del concepto de una ciudad-puerto por donde no sólo van y vienen productos, sino también entran y salen personas, costumbres y formas de vida. Los ingleses le dieron la fisonomía arquitectónica inicial, pero los peonetas, cargadores, estibadores y burros hicieron el diseño subiendo y bajando los cerros, haciendo escaleras y dibujando pasajes, inventando casuchas y chozas que colgaban desde lo alto, para luego montar unas sobre las otras, pisando y pisando haciendo huella, marcando el paso del hombre y la mujer que se mezclaría poco a poco entre esclavos y sirvientes del invasor con la sangre del lugar y sus proximidades: mapuche, changos, moyes y otros. Los changos tenían la experiencia de la pesca en el mar, los moyes la alfarería y la recolección de moluscos, los mapuche la agricultura. La historia relata que entre ellos se efectuaba el intercambio directo, que no ejercían violencia unos sobre otros y sin duda eso es el antecedente de que el porteño sea pacífico y acogedor, alegre y dicharachero, romántico y poético, acostumbrado desde siempre a vivir en comunidad en sus respectivos cerros, que fueron habitándose cada vez más a medida que aumentaba la población, llegaban inmigrantes y nacían los hijos del viento acunados por las tormentas, por el chirriar de los botes de los pescadores artesanales y el lamento del cargador que debía estibar cargas muchas veces inhumanas y mal pagadas. El excedente económico que ricamente dejaban las actividades portuarias y colaterales se distribuía entre los señores, jefes de aduana, oficiales de plaza, administrativos, burgueses girondinos, capitanes de navío y luego banqueros, usureros y otros. Una gran variedad de artesanos y vendedores ambulantes que subían y bajaban los cerros cantando para ofrecer sus bellezas termina de dibujar el cuadro proletario de la época. De esos pescadores artesanales, estibadores y artesanos van naciendo generaciones que pueblan varios cerros en particular, como el cerro Toro y Cordillera, barrios dormitorios de estos trabajadores donde sus mujeres y chiquillos daban vida a la comunidad local. Posteriormente el cerro Barón sería poblado por trabajadores ferroviarios, actividad de extensión del puerto que comunicaba con el interior y con Santiago llevando cargas y pasajeros.
Nuestra propuesta es la recomposición de la vida comunitaria y recuperación de la identidad de los habitantes de los cerros y caletas a partir de la propia gente mediante estudio e interacción de estudiantes con pobladores. Esos estudios, contactos e interacción deben llenar de contenido las universidades, las salas de clases y las investigaciones de tesis, asentándolos en sujetos y realidades concretas y no más en estudios abstractos o superficiales meramente numéricos o positivistas. Es decir, volcar la academia y la ciencia al proceso de reconstrucción comunitaria de la identidad porteña.
Por otra parte está el incentivo y organización de actividades de agrupamiento y reconocimiento entre los habitantes de cada cerro o sector de cerro por medio de comités de cuadra, pasaje o escalera. Actividades funcionales, reivindicativas y culturales que permitan desarrollar y restituir el gusto de estar juntos.
Una de las funciones del municipio autónomo en conjunto con la Universidad Libre es justamente estimular, capacitar, evaluar y apoyar estas actividades de recuperación de la identidad comunitaria de la porteñidad, que se irán ejecutando independientemente del proceso electoral.
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